No aprendemos. Ni la experiencia de la crisis inmobiliaria iniciada en 2007, ni las precauciones en la concesión de créditos por parte de las entidades financieras, ni las políticas sociales supuestamente aplicadas por nuestros políticos. En los dos últimos años los precios del inmobiliario han despegado y alcanzado una aceleración mantenida que debería empezar a inquietarnos.